sábado, 16 de marzo de 2013

Der Schornsteinfeger

Un estrepitoso timbrazo me despertó ayer, miré la hora. Era aún demasiado pronto y pensé que quizás mi compañero de piso se levantaría a abrir y lidiar con quien fuese, mensajeros, vendedores o raticidas. Volvió a sonar otro, esta vez más enérgico si cabe. La fuerza de voluntad de mi compañero resultó ser más sólida que la mía y me tuve que levantar a abrir.


 Ni que decir tiene que la actividad de mi cerebro no estaba al cien por cien, ni mucho menos, de lo cual resultó un pequeño encontronazo con la puerta y que llevase una chancla en el pie izquierdo y la zapatilla en el derecho, espera... o era al revés, o llevaba las zapatillas, bueno la verdad es que esto carece de importancia ante lo que sucedió a continuación. Abrí desde el portero automático. Es importante indicar que el portero automático no funciona bien, cualquier cosa que digas no los van a oir abajo y viceversa, sólo sirve para abrir la puerta de entrada al edificio por lo que es imposible saber que viene de visita. Esas cosas que dan emoción a la vida. El caso es que al poco tiempo se oyó otro timbrazo esta vez en la puerta del piso. Miré por la mirilla y vi una especie de forma negra. Me dí cuenta que debíamos limpiar la mirilla. Intrigado y todavía somnoliento abrí la puerta.

Frente a mí me encontré un alemán medio, de los de metro noventa para arriba, (dos cachabas y media en medidas de Aguilar), rapado y con un pendiente en forma de aro. Su vestimenta comprendía una chistera negra, una especie de casaca negra , como las que llevan los porteros de los hoteles de lujo, con dos hileras de botones en la parte frontal ,un pañuelo blanco anudado al cuello, pantalón negro y botas negras. Este vestuario se completaba con una gran caja metálica que llevaba cogida de la mano.

En ese momento naturalmente me entraron dudas de que estuviese realmente despierto. Al parece si lo estaba, cuando el hombre empezó a hablar en perfecto alemán. En mis sueños mi alemán no es tan bueno.
Lo primero que pensé es que era un cobrador del frac que venía a preguntar por el casero, no se por qué.

La conversación vino a ser algo así.

-¿Han recibido ustedes la nota?
-¿La nota?
-Si, hace una semana.
- Ein! ......

Viendo este hombre mi estado de desconcierto, y un poco extrañado de que no le hubiese reconocido, decidió presentrarse.

- Soy el deshollinador, vengo a revisar la caldera del gas.

En ese momento ví en el pecho de la casaca el nombre de una empresa que al parecer se dedica a la inspección técnica de instalaciones de gas. Miré dentro a ver si encontraba la susodicha nota, y entonces me acordé de cierta carta que ni abrí, y tiré a la basura pensando que era publicidad. Mientras tanto el al que podemos llamar técnico, permaneció disciplinado ante el umbral de la puerta y sólo pasó cuando le invité. 

Entro en la cocina con la gran maleta, dejó la chistera encima de la mesa y la abrió sacando un montón de modernos aparatos para la medición de temperaturas, concentración de gases y presiones y se puso a trabajar con gran profesionalidad. Me fijé en la chistera y era vieja, original con la marca del fabricante en la parte interior. Esta escena me parecía sacada de alguna novela steam-punk, con todo este contraste de aparatos del s XIX y del XXI. Una vez acabado, firmé el parte y después de desearnos recíprocamente "einen schönen Tag" se marchó y subió en casa del vecino.


Más tarde en el trabajo bastante recuperado de la experiencia, lo comenté con mi compañera alemana, y me contó que es habitual en Alemania encontrarselos, y que han conservado el uniforme tradicional de "Schornsteinfeger" (deshollinador) con su chistera y su chaqueta negra, aunque su cometido haya cambiado.





2 comentarios:

  1. Jajajajajaja me encanta como escribes primo! Jajajajajaja jajajajajaj. besos. Asun

    ResponderEliminar
  2. Muy interesante Fer!!!.
    Un abrazo. Raúl.

    ResponderEliminar